domingo, 14 de junio de 2009

"Caché" (Michael Haneke, 2005). El desafío voyeurista

Dirección y guión: Michael Haneke
Año: 2005
Género: thriller
Duración: 115 min
Interpretación: Daniel Auteuil (Georges), Juliette Binoche (Anne), Maurice Bénichou (Majid), Annie Girardot (madre de Georges), Lester Makedonsky (Pierrot), Walid Afkir (hijo de Majid)
Producción: Margaret Menegoz y Veit Heiduschka
Fotografía: Christian Berger
Montaje: Michael Hudecek y Nadine Muse
Vestuario: Lisy Christl


Cine "made in Haneke"

El cine de Michael Haneke (Alemania, 1942) es un cine lleno de existencialismos, ya que estudió Filosofía y Psicología antes de dedicarse al séptimo arte. Enfrentarse a cualquiera de sus filmes es todo un ejercicio de resistencia psicológica articulada con la puesta en marcha de mecanismos personales y sociales como la angustia, el desasosiego o el vacío moral. Podríamos decir que el espectador sufre un proceso catártico. El director pretende "despertar" a la sociedad con su particular visión de hacer cine. Así, desde El vídeo de Benny o 71 fragmentos de una cronología, pasando por Funny Games o La Pianista, su objetivo es poner atención en aspectos sociales donde el resto de películas apenas reparan: los entresijos, la crudeza, las obsesiones, la violencia; en definitiva, las dimensiones oscuras de la condición humana. Es importante mencionar las dos relaciones fundamentales del cineasta austríaco: por un lado, su cine se aproxima bastante al teatro de Bertold Brecht. Su forma de narrar busca la reflexión del espectador sobre el entorno, tan acostumbrado a ver únicamente lo que se le plantea en la pantalla desde una posición superficial, sin adentrarse en ella. Por otro lado, su concepto de "lo televisivo": los mass media nos presentan escenas de violencia y catástrofes que crean en nosotros un miedo anticipado, una incertidumbre sobre lo que va a pasar o no cuando salgamos a la calle.

Lo que se esconde

Georges Laurent, un periodista televisivo, empieza a recibir vídeos filmados a escondidas por alguien que les observa y acompañados de alarmantes dibujos. En ellos se muestra la fachada de su casa y los movimientos del protagonista y su familia. Poco a poco, el contenido de los vídeos va siendo más personal. El ambiente se crispa y los cimientos de la familia se tambalean mientras intentan averiguar quién se esconde tras esto. Viven amenazados, pero esta amenaza no es explícita y la policía no puede intervenir.

Viene a mi mente el hecho de que el director toma el mismo punto de partida que el cineasta David Lynch en Carretera perdida (1997): una pareja que recibe cintas de un anónimo donde aparecen ellos y su hogar, aunque inmeditamente tras el planteamiento, Caché toma otra dirección. El eje de la película es el retrato de una sociedad contemporánea egoísta, únicamente preocupada por sus propios intereses. El director nos sumerge en la incipiente paranoia que se le presenta al matrimonio Laurent, cuando empiezan a recibir las grabaciones de manera intermitente. Haneke establece un juego con el espectador, de quien depende si quiere entrar en esa dinámica o no. La visión desde una cámara que vigila se convierte en una interpelación al sujeto en toda regla. Intenta incomodar mezclando la temática y la forma de narrarla, muy lenta y pesada. Tal vez, esos largos e inaguantables planos de la fachada de la casa que el espectador tiene que ver obligatoriamente sin "saltárselos" quieran significar que nos "tragamos" todo lo que nos echen.

Lo explícito

Respecto a la actuación de los personajes, Haneke opta por dos de los actores más destacados del panorama cinematográfico galo. Tanto Auteuil como Binoche desempeñan un correcto papel encarnando a esta pareja de la "nueva burguesía" que se dará cuenta de sus problemas interiores (incomunicación, desconfianza) cuando el problema exterior aparezca en escena. Hay que destacar que los diálogos no son concretos y en la mayoría de los casos no aportan informaciones reveladoras o importantes.

La realización es muy básica, haciendo uso de planos de larga duración y encuadre estático. Incluso podría relacionarse con una forma de hacer cine "doméstico", aunque sin los bruscos movimientos de cámara sin trípode. El uso magistral del "fuera de campo" se observa en las escenas donde el espectador se intranquiliza por buscar una acción que no ve pero que sabe que sucede gracias al sonido. La fotografía es muy naturalista, tejiendo los sentimientos distantes y de desconfianza con las tonalidades que ofrece la paleta de colores fríos. El montaje se basa en la difícil distinción entre los planos propios de la película y los de las cintas de vídeo (si no fuera porque en ocasiones, Georges Laurent hace uso del rewind). No estamos ante una narración que busca la perfección y los más estilosos puntos de vista de la cámara, sino ante una huída de la espectacularización y el barroquismo que caracterizan a películas arquetípicas y comerciales (por ejemplo, las norteamericanas), a la televisión e incluso al ámbito publicitario. La banda sonora del film en la que la música no está presente, contribuye a ese despojo de artificios.

Jugando al escondite austríaco

No se advierte en ningún momento de Caché el menor intento por conducir al espectador hacia un mensaje claro o un final concreto. No queda claro quién es el que graba las famosas cintas, si Majid, su hijo o incluso Pierrot. El hecho de que el último plano tenga una duración demasiado larga (después de que el espectador no haya llegado a una conclusión final) hace que éste (o al menos en mi caso) preste extrema atención a lo que sucede a la salida del colegio de Pierrot. Así, mientras los diminutos títulos de crédito van pasando, Haneke nos resuelve toda la trama de la película sin que apenas nos demos cuenta: vemos cómo se produce un encuentro entre el hijo de Majid y Pierrot en las escaleras, que queda camuflado por el continuo flujo de personas en movimiento. Es posible que sean los responsables de los VHS.

Haneke ha utilizado la historia como excusa para plantear otro tema que se sitúa en el trasfondo de la película; un trasfondo que el espectador puede esclarecer sin necesidad de gran esfuerzo mental. Como hemos señalado anteriormente, Haneke ha confesado que prefiere sugerir tomas de conciencia e interrogantes a hacer un discurso o plantear soluciones a un problema. A pesar de querer eludir este carácter discursivo en el planteamiento de la historia, está envuelto por la venganza de una injusticia cometida de manos de un "niño bien" francés a un pobre argelino. Haneke hace uso del flashback para remitir a la infancia de ambos personajes y esclarecer desde dónde viene el conflicto.
Estamos ante una crítica social neutra acerca de que nuestras acciones tienen consecuencias que pueden repercutir en el futuro de la sociedad, de generaciones posteriores o quizás de alguien determinado. Así, esto queda perfectamente reflejado en la escena en la que el matrimonio está próximo a descubrir la "desaparición" de su hijo. En el televisor aparecen imágenes del conflicto en Irak. No es casualidad que salgan estas imágenes y no otras. Posiblemente, se trata de una metáfora en la que el "fuerte occidental" castiga al "pobre oriental" y trunca su destino para luego alegar un sentimiento victimista e ignorar los problemas que no le afectan directamente. Así, Georges se siente amenazado cuando ve que su cómoda situación se ve también amenazada. Podemos aludir de nuevo al concepto que el cineasta tiene sobre los medios, que no dudan en maquillar la realidad y en contar parcialmente los hechos para que el individuo siga viviendo en su burbuja particular, despreocupado por lo que pasa fuera de su alcance y preocupado por consumir. El continuo bombardeo visual de imágenes catastrofistas ante los ojos de los países ricos no hacen si no aumentar el sentimiento de culpa frente a la desgracia del pobre, tal como ocurre en la dualidad establecida entre Georges y Majid.

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